El trabajo con la boticaria es ver lo que ella está viendo. Nos ofrece un balcón y nadie nos va a contar cómo es esa casa, ni ese pueblo, ni exactamente esa noche. Pero todos la tenemos, todos tenemos adentro una boticaria y un cineasta tocando a su puerta.
Cuando la luz del cine se enciende en nosotros comienza la trama. La posible trama de cualquier historia, de cualquier llegada, cualquier encuentro que nos transformará la vida, porque al fin y al cabo son los otros los que nos transforman la vida, los que nos llevan de nuevo al camino, a viajar, a tomar la ruta de búsqueda hacia el pueblo siguiente.
Uno tiene tantas películas adentro como capacidad de imaginarlas: “Llega él”, mientras ella espera en la noche, en su zona de intimidad; no hay nada, como siempre, y el todo se hace viendo algunas cosas que antes no se veían.
La luz es siempre la señal del cuento. Se hace luz donde vale la pena ver algo. En la oscuridad se tantea la llave, en la luz nos damos cuenta lo que buscábamos. Por eso la sensación siempre de encontrar. Siempre se encuentra al otro después de haberlo buscado sin saber. En este caso, Vero encuentra la boticaria, la boticaria encuentra el cine, el cine nos encuentra a todos imaginando nuestras vidas.
Coincidimos siempre en este punto: la sencillez de las vidas. El pliegue entre dos personas que se cruzan es lo que hace que las personas desaparezcan, uno se desvanece en la noche que fue con el otro y la noche misma pasa a ser una historia: la película es siempre más importante que uno, la película es todos los pliegues en la noche que logremos hacer. Plegarse con otro, que idea más simple de la vida, que uno deje de ser lo más grande para ser un simple: “cómo estás?”
Entre salir de una valija, o escribir una obra más, o asomarse a un balcón en medio de la noche, o esperar lo imposible en el medio del campo encendiendo una luz, está lo que siempre y todo ser humano quiere ser: la mejor versión de uno para la mejor versión del otro. La boticaria no es más que volver a pensar en lo hermoso de un encuentro, en nuestra zona de intuición.
Mariana Gianella - Dramaturgista
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